El que se pierde es el que encuentra nuevas sendas (NILS KJAER)

El tiempo en SANTANDER

martes, 22 de octubre de 2013

LINTO--LA CANAL DEL HAYA--LINTO

 Se presentía algo de revolución en el estado del tiempo, pues el viento sur, que ya todos conocemos sus efectos, estaba presente estos días pasados, y la temperatura se había disparado como en pleno agosto. Pero aún así, la decisión estaba tomada, y a las 8,30 nos reuníamos en 1ª  y única convocatoria los integrantes de esta comisión de la Canal del Haya, con los siguientes ponentes: Morante, Javichu, Tomás, Begoña, Zoilo, Víctor, Merche, Dany, Carlos (amigo de Dany), J.R. y yo, Justyn.
 Después de la toma rigurosa y reglamentaria del cafetín matutino en Liérganes, ponemos rumbo al pueblo de Linto, donde en breve tiempo nos acercamos. Nos pertrechamos (por lo del viento sur) de piedras, digo, de nuestro equipamiento senderista e inmediatamente comenzamos a caminar. Hace calor y son aproximadamente las 9,30, y el viento está zarandeando las arboledas y plantíos. Andamos uin corto tramo de carretera desde donde hemos aparcado los vehículos y nos desviamos por un terreno de escaleras, donde  no hay acuerdo para la foto de salida, hasta que una vez realizada, ponemos el navegador en dirección a las alturas. Cruzamos alguna que otra vivienda y luego a media ladera nos vamos desviando del origen de salida y cogiendo altura. El terreno es de pasto y está tan inclinado que lo único plano (?) son las estacas, y está repleto de árgomas que nos van peinando y cepillando las piernas y los helechos tapan el piso que no se ve donde se pisa. Vamos recogiendo avellanas al paso para cuando llegue el invierno (Me suena a la fábula de la cigarra y la hormiga). El pueblo de Miera a la otra parte del valle parece una estampilla. A nuestra derecha se va estirando todo el farallón. Hay varios senderos, pero Morante, como guía asesorado por Tomás y Chuchi, no tiene dudas en ningún momento. Terminada la pindia ladera, salimos a una amplia braña, donde en un sube y baja vamos esquivando el ventarrón que nos zarandea como a una caña. En una collada paramos a tomar "las once", pero hay que buscar abrigaño por culpa del viento. Seguimos caminando y nos adentramos en hoyos opacos donde no puede apreciar sendero alguno, ya que los hayas enormes y altos, así como el lapiaz del terreno no permiten vislumbrar ruta, por lo que seguimos el sendero bien marcado, pero con algunos ramales que afluyen, pero que es la única "vía de escape" por estos andurriales. Si no se patea de esta forma, no se imagina uno que este terreno es así. Con niebla esta zona puede ser harto complicada. Después de varios hoyos recorridos (esto no es golf), salimos a la braña limpia del enredado arbóreo y ya en la parte más alta. Aquí hay que librar una dura batalla con el fuerte viento de sur que nos castiga. Vemos como peina la hierba con fuerza. Es preciso guardar bien el equilibrio pues el piso es irregular y algo ocultado por la altas hierbas. Nos adentramos luego en una zona de cabañas, Bordías, en una canal de pastos, que nos da tregua del aire, y que aprovechamos para dar cuenta de nuestras viandas, frutas, vinos licores y cafés. ¡Vamos, como en un 'restaurante de altura', y concluida la sobremesa, casi con siesta, continuamos, y ya casi todo el recorrido se traza por un cauce seco de la vaguada, que nos va acercando poco a poco al final del recorrido que es donde dejamos aparcados los vehículos, a la entrad del pueblo de Linto.
 Y así finalizó la marca de este día, que comenzó aireada, siguió ventilada y acabó aventada por el aire en sí, y por algunos que fueron pregonando no sé qué a los cuatro vientos.
 NOTA.- Los nombres topográficos, como no había plano de ruta, no se detallan. Ciertamente, sin nombres, quedó un poco soso, pero nosotros supimos echarle la sal a la marcha. ¡No te sientas ofendido, amigo Morante, pero es que somos así!

Fotografía: Cortesía de José R. Gaute.

En la primeras estribaciones del recorrido cruzando algunas viviendas.

Se comienza a ver cerca el farallón 

Termina el suplicio de la empinada ladera.
Helechos y árgomas son los "vecinos" de estos parajes.

A alguno la roca del centro se le asemejaba a un falo. ¡Qué imaginación!

En animada (!) conversación con todo el valle del Miera al fondo.

El viento nos soplaba de espaldas y se soportaba.

En plena braña con las árgomas floridas.

Comienza "la peregrinación por el terreno cárstico y de lapiaz.

Con los helechos adornando el recorrido.

¡En pefecta formación (aparentemente)!

El entramado de las ramas evitaba el molesto aire.

Entre vez y cuando aparecían espacios un tanto peculiares.

¿Estudiando la Naturaleza? ¿Pensando cómo cruzar? ¿Descansando? 

El terreno no daba lugar a otras alternativas.

Entre los varales de las plantas más jóvenes.

Un momento de respiro caminando por terreno más practicable.

Por los altos espacios a merced del viento.

Vista de Peña Cabarga (lo sombreado) y de  Santander (claro está, de lejos)
                   
Haciendo escalada en la hierba por un tramo muy pindio.

Caminando sosegados de fatiga pero con atención a las ráfagas del viento.

Terreno apto para prestar la debida atención al pasar.

Algún que otro atasco en la "autovía" por culpa de los pastores eléctricos.

Por este terreno de pastos el aire no daba tregua 

Alguno se esconde detrás del árbol con no se sabe qué intenciones, aunque le observan.

De los pocos animales que nos reciben.

Buscando un terreno donde poder posar el culo y espantar el hambre.

Los guías, como buenos exploradores, avanzan con paso firme y seguro.

"La tropa" acompaña la procesión.

El camino que en otro tiempo era de uso cotidiano y hoy casi borrado.

Algunas cabañas aún están en servicio, pero infrautilizadas.

Terreno del descenso donde el caminar se hace más tranquilo

¡Despacito y buena letra!

El auténtico carácter del Grupo, caminar en plan guerrilla, cada uno por donde le apetece......

...., pero siempre con la vista al frente.

El espino no deja verse bien al Porracolina

El fuerte del terreno deja ver la carretera de subida a Miera

El héroe del día, Carlos (amigo de Dany), que nos tuvo que aguantar toda la marcha.

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